3.- Naya y
Coca
-Y
hoy de qué vas?, de psicóloga, cocinera o etnógrafa?
Ya
no sabía cómo responder al inveterado sarcasmo de su compañera.
Dudó entre responder a la pregunta y fortalecer su actitud
provocadora y socarrona, o darle la espalda y hacer que no la
escuchaba. Pero sabía que sería un error ignorarla pues no
lograría otra cosa que estimular sus arrebatos mímicos de ironía.
Naya
Lara se plantó frente a esa figura arrellanada en la mullida butaca,
mientras se colgaba el morral a la espalda. Le dirigió una mirada
afilada como si quisiera penetrar sus pensamientos, si es que pueden
considerarse como tales, o más bien atravesar esos ojos redondos y
azules que llenaban su cara, empequeñeciéndola. Observó sus
estiramientos corporales, el brillo de su piel, la flexibilidad con
la que escurre en el fondo de la butaca que guardaba un eterno olor a
salmón ahumado.
-Está
bien, está bien, no me respondas si no quieres, ya lo harás cuando
regreses, aunque no quieras hablar, con mirar tu expresión y ver él
ánimo con el que traigas de vuelta, sabré a dónde fuiste y con
quien hablaste….ve, apresúrate, no adelantes tu mal día, no
desperdicies tu poca paciencia conmigo…respira, respira profundo,
recuerda tus olores del pasado, retenlos en tu memoria, sabes mejor
que yo, que esa memoria olfativa es lo único que te conecta con tu
extra mundo y te ayuda a sobrellevar tu vida presente. REMEMORAR tus
olores ha sido tu mejor estrategia para seguir viviendo, cambiaste
los miedos por el aborrecimiento. Sí, no me mires así, sé que
mientras más aborreces, mayores recursos tienes para seguir
viviendo, te ayuda a no dejar el poco sentido que tiene tu vida en
estos momentos…
Naya
sólo miraba y pensaba…-por qué la dejo que se exprese así, con
tanta audacia, con tanto aplomo y temeridad?, pero bueno!!!, y a
esta criatura quién le dio concedió tal empoderamiento…y…
-sí,
aborrecimiento, esa es tu energía, te mantiene viva y libre de
culpas, por fin te has librado de ellas, claro, está muy claro,
aborrecer no es odiar, ni despreciar, ni desestimar; cuestión ésta
que también aborreces. Es un indulgente y compasivo aborrecimiento
porque no lo diriges a una persona en particular, no traicionas, te
permite mantener tu lealtad a los pocos amigos que te quedan…a ver,
mira nada más, a quién podrías hacerle daño aborreciendo la
comodidad (fíjate que ni yo me doy por aludida que no me muevo de
esta poltrona), la obesidad, la mediocridad, la carne frita y todas
las fritangas y la gente anónima que las consume, los ismos en
general (consumismo, machismo, feminismo, comunismo, espiritualismo,
fundamentalismo, fanatismo…), el deporte y la mentalidad
ejemplarizante y “pura” que promueve; aborreces la música
pública e impuesta (pues para ti, la música es un acto íntimo y
muy personal), sobre todo la de moda y la gente que la compra y la
escucha en la calle. Aborreces casi todas las modas, pero sobre todo
aborreces la exposición, el hacer partícipe al público de las
extravagancias, el mal gusto y la uniformidad que te excluye de un
mundo, al que por cierto no quieres pertenecer, pero que irrita que
te excluyan de manera unilateral sin darte tiempo de declarar tu
deseo de exclusión. Excluida por “rara”, por “mojigata”, por
“ignorante”!!!, imagínate, ignorante tú, porque no sabes cómo
se llaman esos reguetoneros imposibles de identificar pues son todos
iguales, gorditos, calvos y con grandes cadenas y con el rostro
cubierto por enormes lentes brillantes. Si, aborreces ese imperativo
de la interacción social de la era “made in china”: las uñas
acrílicas, el pelo secado con plancha, hablar y vivir solo para el
celular, mostrar tetas, las tengas como las tengas, no importa; sí,
aborreces seguir las modas, la uniformidad, la lentitud!!!, Dios mío,
te revienta la lentitud, las mentes cerradas, los temas tabú, la
falta de inteligencia y de sentido práctico, los monólogos y el
“yoismo”, y en este punto sí que te has visto obligada
personalizar tus aversiones, pero en el fondo no odias a nadie, sólo
aborreces tener que aborrecer…uhhhh, me cansé…
-ya,
ya, también me cansé, con los años he perdido la paciencia, mi
aún querida Coca, se te olvidó incluir en tu lista que aborrezco
escuchar sentencias…y sobre todo esas que me llegan como ecos del
pensamiento, que llegan bajito pero contundentes, bueno ahora si me
voy…y ya no sé a dónde ir, lo decido en el camino.
Al
fin Coca se dio por satisfecha, se estiró y desenrolló a su antojo,
saltó de la butaca al mesón donde estaba el tazón con el atún
que su ama le dejaba todos los días preparado y se dedicó a
vigilar el ventanal cerrado no pudiendo evitar el disgusto que le
producía la desconfianza de su dueña que después de siete años
creía que de verdad pudiera saltar por el borde de la pared del
balcón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario