jueves, 6 de marzo de 2014

Exilio emocional y otros relatos 4


4.- Palimpsestos

Toques de chocolate, café y especias, completan las notas de ciruela y mora…de textura plena en boca; maduro, bien estructurado de taninos dulces y redondos… No pudo continuar, su pensamiento lo distrajo de su tarea. A quien engaño?, -pensó-no puedo trasladar mi pensamiento al papel, se ve que la escritura, más que concentración, requiere energía… Jordi no lo sabe, pero me descompone, me desarma y debilita su pasión vicaria por la vida. Cómo abordarlo desde el desenfado, desde la placidez que aporta el ocio…cómo hacerlo renacer, olvidar. A veces me dejo llevar y entro en un estado de semidemencia, como una borrachera suave que me arrima a una especie de perversidad más bien desopilante, irónica y evado sin culpas el compromiso. Creo que en las relaciones humanas debemos compartir las culpas, dejar aflorar la responsabilidad del otro, hablar sin temer a las consecuencias; si miento, el interlocutor debe ser libre de tolerar la mentira, que haga su parte y trate de buscar dónde está la verdad. Expresar mis ideas libremente, como las que se atreve a lanzar Justine a Darley tejiendo entre ambos el diálogo perfecto, como le pasaba a Darley, a quién no le escandaliza el contenido amoral y sentencioso del pensamiento de Justine, el confort de no sentir el impulso de reaccionar críticamente y muchos menos el de enfrentar y emplazar.

Sebas miró alrededor. Una luz de reflejos turquesa se filtró por la persiana del estudio. Tanto él como Jordi habían diseñado con esmero la decoración del salón al que no quesieron imprimir estilo marcadamente masculino o femenino, ambos amaban la sobriedad sin pesadez, los colores vivos aunque no festivos. El resultado fue un ambiente acogedor, sin estridencias, que invitaba a la conversación amena y fluida. En el centro dos sillones ingleses color granate colocados sobre una gran alfombra persa con tonos azules y ocres, cada uno con mesas de apoyo suficientes para soportar un libro, un quinqué en tonos azules, blancos y verdes, portavasos de madera y corcho y un cenicero. Ambas sillones daban a un enorme ventanal coronado por una cenefa a juego con el tapizado de los sillones, que dejaba ver una explanada cubierta de grama japonesa y más al fondo el viu. En una de las paredes laterales dos pinturas en gran formato de Klee y Klein y en la otra, una biblioteca de nogal de la que desprendía una mesa para computadora y daba carácter al salón…pero lo que más comodidad tenía el salón era su independencia del resto de la casa. Esa noche antes de subir a la habitación entró al estudio a preparar las últimas notas que quería dejar lista para la revista dominical para la que trabaja. No quería marcharse sin hablar con Jordi, no es de los que dejan conversaciones pendientes, le gusta cerrar los ciclos pero tenía que esperar, no solo por su inminente viaje sino porque sabía que Jordi no hablaría con él teniendo las imágenes de la discusión tan recientes.

Jordi había regresado casi al anochecer, encendió la tv del salón, en el que aún se percibía el aroma del perfume de Sebas, y buscó un canal de relajación. Había aprendido que nada ayuda más a una relación que volver a la serenidad para retomar los temas inconclusos, sobre todo cuando ni uno mismo sabe realmente qué lo ha provocado. Por lo demás, Sebas tenía una reunión de trabajo con colegas en bodegas de Mendoza, seria un largo viaje de tres semanas y por lo tanto aquella cena iba a ser su despedida, eso lo escosaba todavía más. En el fondo a pesar del gran vacío que dejaba su ausencia, agradeció la soledad que ahora reinaba en su casa.
Lo pensó mejor y subió a la habitación, Sebas había dejado la puerta a medio cerrar y tenue luz salía del quinqué de su mesa de noche; dormía de medio lado hacia el lugar que ocupa Jordi; por eso supo que lo esperaba, se acostó vestido y acarició su pelo hundiendo sus dedos y masajeando con suavidad su cuero cabelludo. Acercó su boca al oído de Sebas y cuando se disponía a pedirle una vez más que lo perdonara, Sebas le tomó su mano en las suyas cubriéndose el rostro con ella, no digas nada cariño, no digas nada, sea lo que sea que brota de tu memoria déjalo salir, cada imagen que te llegue será más débil que la anterior y así no tendrás que llegar al fondo, saldrán solas a la superficie y ya no serán sino trazos borrosos, incoherencias salvadoras.

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